Qué necesita saber
“Me siento increíblemente afortunada. Si no hubiera mencionado el sangrado y si mi doctora no hubiera actuado tan rápida y decididamente como lo hizo, el resultado habría sido muy distinto”.
El testimonio de Janet
Vivo en Jenkintown, Pensilvania, un suburbio de Filadelfia, con mi esposo y dos hijos varones en edad universitaria. Trabajo a tiempo completo como directora creativa de una pequeña empresa de comunicaciones de mercadeo. Disfruto mi trabajo, cocinar para mi familia, las actividades al aire libre y, cuando tengo tiempo, hacer obras de arte.
En la primavera del 2013, cuando tenía 54 años y pensé que ya había terminado con la menopausia, comencé a tener sangrados esporádicos inusuales, como mini menstruaciones, que ocurrieron cada 2 o 3 semanas durante unos 3 meses. Pensé que solamente era otra etapa de la menopausia y cuando dejó de pasar, me olvidé de eso. Tenía buena salud y no tenía ningún dolor, así que no pensé que fuera algo de lo que tuviera que preocuparme.
A fines de ese año, fui a mi ginecóloga para hacerme la prueba de Papanicolaou regular y, casi a última hora, mencioné el sangrado. Ella me miró con preocupación y dijo: "Los sangrados son raros para alguien de tu edad. Veamos qué está pasando". Inmediatamente ordenó una ecografía. En cuanto llegué a casa después del examen, mi esposo me dijo que la doctora ya había llamado. La llamé de vuelta y entonces me enteré de que tenía una masa de 5 centímetros en el ovario derecho.
El próximo paso era obtener una mejor imagen con una resonancia magnética. Una vez hecho eso, todavía no sabíamos si el tumor era benigno (no canceroso) o maligno (cáncer), así que se programó un procedimiento para comienzos de febrero del 2014 para sacar el ovario y hacerle una biopsia. En ese momento, mi ginecóloga me explicó que mientras yo estuviera anestesiada, un médico patólogo examinaría el tumor y que si era maligno, ella me haría una histerectomía total con la ayuda de un oncólogo cirujano. Traté de tranquilizarme pensando en que no había antecedentes de cáncer en mi familia, que probablemente el tumor era benigno y que todo saldría bien.
El día de la operación, llegué al hospital con mi esposo. Ninguno de nosotros sabía cuál sería el resultado, pero esperábamos lo mejor. La operación salió bien, pero desafortunadamente el tumor era cáncer y me habían hecho la histerectomía. No recuerdo la operación, pero sí recuerdo haber despertado en la sala de recuperación y haber escuchado a una de las enfermeras hablando acerca de un esposo que estaba molesto. ¡Me tomó un minuto comprender que ella estaba hablando de mi esposo!
Después de escuchar la peor noticia posible —cáncer de ovario— recibí algunas buenas noticias. El tumor estaba completamente contenido dentro de la cápsula del ovario. Fue clasificado como un tumor en etapa 1A, lo cual significa que lo sacaron todo antes de que pudiera expandirse. Sentí mucho alivio. De hecho, en la cita de seguimiento con la oncóloga, me puso muy contenta saber que no necesitaría quimioterapia ni radiación. Ella recomendó que me hiciera tomografías axiales computarizadas y análisis de sangre en los chequeos cada 6 meses solo para estar completamente seguros de que no habían dejado nada.
Mientras escribo esto, han pasado 9 meses y me siento muy bien. Pasé 8 semanas en casa convaleciente de la histerectomía, pero ahora volví a hacer ejercicio y todas las otras actividades que normalmente disfruto. Me atendió un equipo de médicos y enfermeras espectacular. También recibí mucho amor y apoyo de mi familia y de mis amigos, lo que me ha ayudado a levantar el espíritu. Pero sobre todo, me siento increíblemente afortunada. Si no hubiera mencionado el sangrado y si mi doctora no hubiera actuado tan rápida y decididamente como lo hizo, el resultado habría sido muy distinto.
Mi mensaje para las mujeres de todas las edades es que le presten atención a su cuerpo. Si sienten algo que es distinto o que simplemente no está bien, no lo ignoren. Díganle a su médico. Estas cosas me salvaron la vida. Podrían salvar la de ustedes también.