PCD logo

Influencia de los entornos domésticos y escolares en los hábitos alimentarios específicos entre adolescentes puérperas de alto riesgo, en 27 estados, 2007-2009

Megan A. Clarke, MHS; Debra L. Haire-Joshu, PhD; Cynthia D. Schwarz, MPH, MS, RD; Rachel G. Tabak, PhD, RD; Corinne E. Joshu, PhD

Citación sugerida para este artículo: Clarke MA, Haire-Joshu DL, Schwarz CD, Tabak RG, Joshu CE. Influence of Home and School Environments on Specific Dietary Behaviors Among Postpartum, High-Risk Teens, 27 States, 2007–2009. Prev Chronic Dis 2015;12:140437. DOI: http://dx.doi.org/10.5888/pcd12.140437 .

REVISADO POR EXPERTOS

Resumen

Introducción
El objetivo de este estudio fue determinar si las percepciones de los entornos alimentarios domésticos y escolares están relacionadas con la ingesta de alimentos y bebidas en las adolescentes puérperas.

Métodos
Nuestro estudio fue un análisis transversal de punto de referencia de 853 adolescentes puérperas que se inscribieron en un estudio de intervención para bajar de peso en 27 estados, desde el 2007 hasta el 2009. Escalas de ocho elementos evaluaron la accesibilidad y disponibilidad percibidas de los alimentos y bebidas en los entornos domésticos y escolares. Se evaluaron las asociaciones entre los entornos y la ingesta por medio de la prueba ?2 y regresión logística con ecuaciones de estimación generalizadas (EEG), respectivamente.

Resultados
En general, el 52 % de las adolescentes percibió su entorno alimentario escolar como positivo y el 68 % de las adolescentes percibió su entorno alimentario doméstico como positivo. Un entorno escolar positivo se asoció de forma independiente al consumo de fruta y al consumo de jugo 100 % de fruta. Un entorno doméstico positivo se asoció de forma independiente al consumo de frutas, verduras y agua, y al consumo poco frecuente de gaseosas y refrigerios salados en bolsa (chips) (?2 p < .05). Tener solo un entorno escolar positivo se asoció al consumo de frutas (oportunidad relativa [OR] de EEG, 3.1; intervalo de confianza [IC] de 95 %, 1.5-6.5) y tener solo un entorno doméstico positivo se asoció al consumo de frutas (OR de EEG, 2.9; IC de 95 %, 1.6-5.6), verduras (OR de EEG, 3.1; IC de 95 %, 1.5-6.2) y agua (OR de EEG, 2.6; IC de 95 %, 1.7-4.0), y al consumo poco frecuente de gaseosas (OR de EEG, 0.5; IC de 95 %, 0.3-0.7). Los resultados para los entornos domésticos y escolares positivos fueron similares a los del entorno doméstico positivo solo.

Conclusión
Los entornos domésticos y escolares están relacionados con los hábitos alimentarios entre las adolescentes puérperas, con un entorno doméstico positivo más fuertemente asociado a hábitos saludables.

Inicio de la página

Introducción

Casi un tercio de los adolescentes tienen sobrepeso o son obesos y, por lo tanto, tienen mayor riesgo de presentar obesidad y sus consecuencias para la salud a largo plazo, tales como la diabetes, en la adultez (1, 2). El riesgo se incrementa significativamente para las madres adolescentes puérperas que tienen factores de riesgo sociodemográficos y conductuales para el sobrepeso y la obesidad, tales como un bajo nivel socioeconómico o una mala alimentación (3). Tanto los entornos escolares como domésticos influyen en los hábitos alimentarios de las adolescentes, en particular en las poblaciones de bajos ingresos y las minorías raciales y étnicas (4, 5). Los aspectos de los entornos alimentarios que pueden ser particularmente importantes incluyen la disponibilidad de alimentos saludables —como frutas y verduras, refrigerios bajos en grasas y bebidas bajas en calorías—, así como el acceso a ellos (4, 6-8).

La evidencia más reciente sugiere que las intervenciones y las políticas escolares pueden no ser suficientes para superar los riesgos que se presentan en otros entornos (9, 10). Informes del Instituto de Medicina sugieren que aunque el entorno escolar es un objetivo clave para los programas de prevención de la obesidad, también es necesario hacer énfasis en el rol de los padres o cuidadores en la formación de los hábitos alimentarios en el hogar (7, 11).

Se tiene poca información sobre la forma en que las adolescentes puérperas perciben sus entornos alimentarios y si esas percepciones están relacionadas con sus hábitos alimentarios (4, 12). En trabajos anteriores con adolescentes puérperas de alto riesgo, encontramos una relación más fuerte entre la percepción del entorno alimentario doméstico (comparado con el escolar) y los hábitos alimentarios saludables (Tabak R, Joshu C, Clarke M, Schwarz C, Haire-Joshu D, datos no publicados). En este trabajo, nuestro objetivo es tomar como base esos hallazgos al examinar las asociaciones entre los entornos alimentarios escolares y domésticos percibidos y el consumo de alimentos y bebidas específicos, y analizar si las relaciones varían según el índice de masa corporal (IMC) y la participación en programas de asistencia nutricional. Nuestra hipótesis es que la percepción positiva del entorno alimentario estará asociada a la ingesta de alimentos y bebidas saludables, y que esas asociaciones diferirán según el tipo de ambiente.

Inicio de la página

Métodos

Población del estudio

Este estudio transversal incluye datos de referencia de adolescentes puérperas inscritas en el estudio “Madres para una intervención saludable y equilibrada para bajar de peso” (llamado BALANCE, en inglés), un estudio grupal aleatorizado anidado en una cohorte con un componente de intervención diseñado para reducir la retención del peso posparto en madres jóvenes (13). El estudio BALANCE fue creado en asociación con “Padres como Maestros” (PAT, por sus siglas en inglés), un programa de educación parental y de desarrollo del niño, financiado con fondos federales y estatales e impartido de forma gratuita para más de 200 000 familias en los 50 estados (14). Para este estudio, seleccionamos 27 estados sobre la base de la cantidad de padres adolescentes prevista en el estado.

Los métodos detallados en la intervención BALANCE se encuentran descritos en otra parte (13). En pocas palabras, los educadores de padres capacitados en PAT imparten un plan de estudio basado en la evidencia a través de visitas a los hogares, actividades grupales y recursos en línea. Las adolescentes podían participar si estaban inscritas en el Programa para Adolescentes de PAT (PAT Teen Program), había transcurrido menos de un año desde el parto y no estaban embarazadas ni planeaban quedar embarazadas. Desde el 2007 hasta el 2009 se inscribieron 1325 madres adolescentes que reunían los requisitos, y el estudio finalizó el 2010. Un total de 141 de las 1325 adolescentes participantes en forma aleatorizada no completaron la evaluación de referencia y a 45 les faltaban datos de referencia para calcular el IMC, lo que dejó un total de 1139 adolescentes con datos completos. Para este análisis, se excluyó a las adolescentes que estaban por debajo del peso normal al inicio (n = 19) y también a aquellas que informaron que en ese momento no asistían a la escuela (n = 221). Además, 46 adolescentes participantes no tenían información sobre entornos alimentarios, de modo que en este análisis quedaron incluidas 853 participantes. La Junta de Revisión Institucional de la Universidad de Saint Louis y la Universidad de Washington en St. Louis aprobaron este estudio, y se obtuvo el consentimiento informado de todas las participantes.

Mediciones

Las características autorreportadas por las madres adolescentes incluyeron edad, raza/etnia, nivel de educación en ese momento, cantidad de tiempo desde que dieron a luz (estado puerperal), estado de amamantamiento al inicio y participación en el Programa Complementario de Asistencia Nutricional (SNAP, por sus siglas en inglés) y el Programa Nacional de Almuerzos Escolares (NSLP, por sus siglas en inglés).

Personal capacitado midió la estatura y el peso al inicio, de acuerdo con los procedimientos de la Encuesta Nacional de Exámenes de Salud y Nutrición (NHANES, por sus siglas en inglés) para estudios (15). Se utilizaron los datos de peso, estatura y edad para calcular las categorías de IMC adecuadas a la edad, usando el algoritmo de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (16). El IMC se dividió en normal (percentil <85) y sobrepeso/obesidad (percentil =85).

Se utilizaron los puntos del cuestionario que medían el acceso percibido a cuatro productos saludables (frutas y verduras, productos bajos en grasa, bebidas bajas en calorías y refrigerios bajos en calorías) para caracterizar los entornos alimentarios domésticos y escolares (17, 18). En cada entorno, 8 afirmaciones evaluaron la disponibilidad y selección de productos saludables en el hogar (p. ej., “es fácil conseguir/hay un amplio surtido de productos bajos en grasas en mi casa”), y la facilidad de compra y selección de productos saludables en la escuela (p. ej., “es fácil comprar/hay un amplio surtido de productos bajos en grasas en la escuela”). Las clasificaciones recibieron una puntuación según la escala de Likert de 5 puntos (de 1 = “totalmente de acuerdo” a 5 = “totalmente en desacuerdo”). Se creó una puntuación promedio de los ocho elementos para los entornos escolares y domésticos (coeficiente a de Cronbach = 0.897 y 0.902, respectivamente), y se dividió en dos siendo menos de 3.0 un entorno positivo y 3.0 o mayor, un entorno negativo.

Los hábitos alimentarios se evaluaron usando el “Cuestionario de frecuencia en el consumo de refrigerios y bebidas” (SBFFQ, por sus siglas en inglés), elaborado a partir de nuestro trabajo previo (19, 20). Se completó un estudio de validación y una prueba piloto con 60 participantes adolescentes. El cuestionario SBFFQ evaluó la ingesta de 31 productos en madres jóvenes durante los siete días previos; se les preguntó cuántos días, cuántas veces a la semana y cuánto de los productos consumían. Se excluyeron los productos que fueron consumidos por menos del 25 % de las adolescentes. Debido a la naturaleza y distribución de la información, los datos sobre la frecuencia de alimentos y bebidas específicos se comprimieron en categorías binarias de consumo poco frecuente (0-3 días/semana) y frecuente (4-7 días/semana), como un enfoque más conservador (21).

Análisis estadísticos

Se calcularon las estadísticas descriptivas para evaluar las características de referencia de todas las adolescentes puérperas y por entornos alimentarios escolares y domésticos, positivos y negativos. Las diferencias en las características de referencia por entorno se evaluaron por medio de pruebas ?2 y pruebas t. Las relaciones entre los entornos y la frecuencia en el consumo de alimentos y bebidas se evaluaron por medio de pruebas ?2. Para evaluar la fuerza relativa de la asociación entre los entornos domésticos y escolares y los hábitos alimentarios, creamos las siguientes categorías: “escolar y doméstico negativo”, “solo escolar positivo”, “solo doméstico positivo”, y “escolar y doméstico positivo”. Usamos regresión logística múltiple con ecuaciones de estimación generalizadas (EEG) para dar cuenta de la agrupación dentro de un estado. Los factores de confusión potenciales —como la participación en los programas NSLP y SNAP, raza/etnia, edad y estado puerperal— se identificaron sobre la base del conocimiento a priori y se evaluaron usando un procedimiento regresivo de selección. Los modelos de regresión final se ajustaron según la raza/etnia, edad y estado puerperal, y los resultados se calcularon como oportunidades relativas (OR) de EEG e intervalos de confianza (IC) del 95 %. Para determinar si había diferencias según el peso de referencia o la participación en los programas de asistencia nutricional, todos los modelos se estratificaron según el IMC (p. ej., peso normal en comparación con sobrepeso/obesidad) y la participación en los programas NSLP o SNAP. Se analizaron los datos usando el software Stata (Stata Intercooled, versión 13; Stata Corp LP).

Inicio de la página

Resultados

La edad promedio de las adolescentes puérperas fue de 17 años (rango, 12-20) y no hubo diferencias significativas de edad por entorno escolar o doméstico percibido ( tabla 1). La mayoría de las adolescentes se identificaron como blancas (44 %), negras (29 %) o hispanas (20 %). La distribución racial varió de forma significativa por entorno doméstico, con una mayor proporción de adolescentes blancas que reportaron un entorno doméstico positivo (?2 p < .05). Un poco más de la mitad de las adolescentes tenía un IMC normal y no se observaron diferencias significativas entre los entornos domésticos o escolares y el IMC. La participación en los programas SNAP y NSLP fue común (30 y 40 %, respectivamente) y varió significativamente por entorno doméstico, con una mayor proporción de adolescentes puérperas que reportaron un entorno doméstico negativo y que también dijeron recibir beneficios de los programas SNAP o NSLP (?2 p < .05). La mayoría de las adolescentes provenía de vecindarios en entornos rurales o suburbanos, y la ubicación de los vecindarios variaba significativamente de acuerdo con el entorno escolar; las adolescentes que vivían en vecindarios suburbanos tenían más probabilidades de percibir un entorno escolar negativo (?2 p< .05). Aproximadamente el 75% de las adolescentes tenía tres o más meses de estado puerperal y el 12% reportó que estaba amamantando en ese momento.

En general, el producto con mayor probabilidad de ser consumido más de 3 días a la semana fueron los refrigerios salados en bolsa (chips), seguidos por el cereal ( tabla 2). Un entorno escolar positivo se asoció de manera significativa al consumo de frutas más de 3 días a la semana, mientras que un entorno doméstico positivo se asoció de manera significativa al consumo de cereal, frutas y verduras más de 3 días a la semana y al consumo de refrigerios salados en bolsa (chips) y chocolates en 0 a 3 días a la semana (?2 p < .05). Cuando realizamos la estratificación por IMC de referencia, las relaciones entre un entorno doméstico positivo y la frecuencia en el consumo de refrigerios salados en bolsa (chips) y chocolates fue significativa solo entre las adolescentes con peso normal (?2 p < .05). Cuando realizamos la estratificación por participación en los programas NSLP y SNAP, los patrones de frecuencia de ingesta de alimentos fueron similares a los patrones observados en todas las adolescentes, excepto: 1) la relación entre el entorno escolar positivo y la frecuencia en el consumo de frutas fue significativa solo en las adolescentes que participaron en el programa NSLP (?2 p < .01); y 2) la relación entre un entorno doméstico positivo y la frecuencia en el consumo de frutas fue significativa solo entre las adolescentes que no recibían beneficios del programa SNAP (?2 p < .01).

En general, la bebida con mayor probabilidad de ser consumida más de tres veces a la semana fue el agua, seguida por la gaseosa común (tabla 2). Un entorno escolar positivo fue asociado de forma significativa al consumo frecuente de jugo 100 % de fruta y también de 2 tipos de bebidas endulzadas con azúcar: refresco de frutas y bebidas deportivas (?2 p < .05). Un entorno doméstico positivo fue asociado de forma significativa al consumo frecuente de agua, jugo 100 % de fruta y leche entera o con 2 % de materia grasa, y de forma poco frecuente al consumo de gaseosas comunes (?2 p < .05). Encontramos resultados similares cuando realizamos la estratificación por IMC de referencia; sin embargo, la relación significativa entre un entorno doméstico positivo y el consumo de leche entera o con 2 % de materia grasa se observó solo en adolescentes con sobrepeso u obesas (?2 p < .05). Cuando realizamos la estratificación por participación en los programas NSLP y SNAP, los patrones de frecuencia de ingesta de bebidas fueron similares a los patrones observados en todas las adolescentes, excepto que un entorno escolar positivo se asoció de forma significativa al consumo de jugo 100 % de fruta más de 3 días a la semana solo entre adolescentes que no participaban en el programa NSLP (?2 p < .05).

Cuando comparamos esto con las adolescentes que reportaron entornos escolares y domésticos negativos, un entorno escolar positivo solo se asoció de forma significativa a mayores probabilidades de consumo frecuente de frutas (OR de EEG, 3.1; IC del 95 %, 1.5-6.5 ) ( tabla 3). Comparado con las adolescentes que reportaron entornos escolares y domésticos negativos, un entorno doméstico positivo solo se asoció de forma significativa al consumo frecuente de cereal (OR de EEG, 2.3; IC del 95 %, 1.4-3.7), de frutas (OR de EEG, 2.9; IC del 95 %, 1.6-5.6), de verduras (OR de EEG, 3.1; IC del 95 %, 1.5-6.2), y al consumo poco frecuente de refrigerios salados en bolsa (chips) (OR de EEG, 0.5; IC del 95 %, 0.3-0.8); y un entorno doméstico y escolar positivo se asoció a mayores probabilidades de consumo frecuente de cereal (OR de EEG, 1.7; IC del 95 %, 1.1-2.8), de frutas (OR de EEG, 2.9; IC del 95 %, 1.6-5.4), y de verduras (OR de EEG, 3.2; IC del 95 %, 1.7-6.2).

Reportar solo un entorno escolar positivo no se asoció de forma significativa al consumo frecuente de ninguna bebida. En comparación con las adolescentes que reportaron entornos escolares y domésticos negativos, las adolescentes que reportaron un entorno doméstico positivo solo tuvieron mayores probabilidades de consumir con frecuencia agua (OR de EEG, 2.6; IC del 95 %, 1.7-4.0) y jugo 100 % de fruta (OR de EEG, 1.9; IC del 95 %, 1.2-2.9); y de consumir con poca frecuencia gaseosa regular (OR de EEG, 0.5; IC del 95 %, 0.3-0.7). En comparación con las adolescentes que reportaron entornos escolares y domésticos negativos, las adolescentes que reportaron entornos escolares y domésticos positivos arrojaron resultados similares a aquellas que reportaron solo un entorno doméstico positivo. Las adolescentes que reportaron entornos tanto domésticos como escolares positivos tuvieron significativamente mayores probabilidades de consumir con frecuencia jugo 100 % de fruta (OR de EEG, 2.3; IC del 95 %, 1.5-3.6) y agua (OR de EEG, 1.8; IC del 95 %, 1.2-2.6); y de consumir con poca frecuencia gaseosas comunes (OR de EEG, 0.7; IC del 95 %, 0.5-1.0) que aquellas que reportaron entornos negativos tanto escolares como domésticos. Las relaciones relativas entre los entornos alimentarios escolares y domésticos y el consumo de alimentos y bebidas no varió por IMC de referencia. Solo se observaron asociaciones significativas entre el entorno alimentario escolar positivo y el consumo frecuente de productos saludables como fruta (OR de EEG, 4.8; IC del 95 %, 1.6-14.6) y jugo 100 % de fruta (OR de EEG, 2.4; IC del 95 %, 1.1-5.6) entre las adolescentes que participaron en el programa NSLP. Las relaciones entre un entorno doméstico positivo y entornos positivos tanto domésticos como escolares no difirieron considerablemente por participación en el programa NSLP. La relación entre el entorno alimentario escolar positivo y la ingesta de alimentos no difirió por participación en el programa SNAP, pero las asociaciones significativas entre un entorno doméstico positivo y el consumo poco frecuente de productos no saludables como los refrigerios salados en bolsa (OR de EEG, 0.4; IC del 95 %, 0.2-0.8) y las gaseosas (OR de EEG, 0.2; IC del 95 %, 0.1-0.5) se observaron solo entre adolescentes que recibían beneficios del programa SNAP. En general, se observaron los mismos patrones tanto en los entornos domésticos como escolares positivos.

Inicio de la página

Discusión

Nuestros hallazgos indican que los entornos alimentarios escolares y domésticos tienen relaciones diferenciales con la ingesta de alimentos y bebidas. Nuestros hallazgos fueron similares a los de otros estudios: descubrimos que la percepción de un entorno escolar positivo se relacionó principalmente con hábitos alimentarios saludables, como la ingesta frecuente de fruta o de jugo 100 % de fruta, pero no con los hábitos alimentarios no saludables (22, 23). En contraste, la percepción de un entorno doméstico positivo se asoció al consumo frecuente de una amplia variedad de productos saludables, así como al consumo poco frecuente de alimentos y bebidas no saludables, como gaseosas y refrigerios salados en bolsa. Nuestros hallazgos con respecto al impacto de los entornos alimentarios escolares y domésticos positivos sugieren que en cuanto a ciertos productos que consumen las adolescentes, el principal beneficio reside en el entorno doméstico. Este estudio contribuye a nuestra comprensión de la relación entre los entornos alimentarios domésticos y escolares y los hábitos alimentarios de esta población de adolescentes puérperas que no se ha estudiado lo suficiente.

Numerosos estudios han documentado el impacto de la política y de las intervenciones conductuales que promueven entornos escolares saludables en materia de alimentación para un cambio alimentario positivo en la juventud (8, 13, 24). Un mayor acceso a frutas y distintos jugos puede ser el resultado de mejores políticas escolares de bienestar y nutrición, que promueven el acceso a ciertos alimentos y su disponibilidad (13, 25). Además, los programas de almuerzos escolares como el NSLP, que promueven la ingesta de frutas y verduras en el entorno escolar, proporcionan oportunidades para aumentar el consumo de esos productos entre las adolescentes de bajos ingresos (26). Sin embargo, el fácil acceso a refrigerios con alto contenido calórico y alto contenido de grasas y bebidas endulzadas con azúcar (es decir “alimentos competitivos”) —que comúnmente se vendían en máquinas expendedoras y en eventos después de clases para recaudar fondos— así como su disponibilidad, pueden haber limitado la eficacia de las políticas alimentarias escolares y la influencia de un entorno escolar positivo en los hábitos alimentarios de las adolescentes (24, 27). Nuestros resultados, así como los hallazgos de otros estudios, indican que mientras que un entorno escolar positivo puede estar relacionado con la ingesta frecuente de ciertos alimentos y bebidas saludables, no estaba asociado a la ingesta poco frecuente de productos no saludables como refrigerios dulces o salados y bebidas endulzadas con azúcar (4, 22, 23, 28). Estos hallazgos respaldan la importancia de los recientes cambios en las políticas alimentarias escolares que limitan el acceso a refrigerios no saludables al exigir mejoras en el contenido nutritivo de los alimentos de las máquinas expendedoras.

A diferencia de las intervenciones contra la obesidad infantil en el entorno escolar, las intervenciones realizadas en el hogar no han sido comunes. Muchas de estas intervenciones se han concentrado en el cambio de conducta individual sin abordar el entorno alimentario doméstico, lo que limita su impacto en la ingesta de alimentos y otras consecuencias relacionadas con la obesidad (7, 10). Los resultados de nuestro estudio concuerdan con las publicaciones que sugieren que el entorno doméstico tiene una relación importante con la ingesta de alimentos entre las adolescentes (9, 29). El entorno alimentario doméstico representa una parte considerable de todo el contexto ambiental en el cual crecen, se desarrollan, comen y se comportan las adolescentes puérperas, y está guiado por “políticas familiares” que se basan en la tradición y la cultura, además del vecindario y el entorno económico (7, 29). Además, las nuevas madres pueden ser particularmente conscientes y sensibles respecto de la calidad de la salud en sus hogares (13). Nuestros hallazgos sugieren que la influencia múltiple y variable de un entorno doméstico positivo tiene el beneficio agregado de reducir las conductas no saludables entre las adolescentes puérperas.

Hasta donde sabemos, el nuestro fue el primer estudio que examinó si las asociaciones entre los entornos escolares y domésticos y la ingesta de alimentos y bebidas difieren por la participación en programas de asistencia nutricional. Otros estudios han demostrado asociaciones mixtas entre la participación en los programas SNAP y NSLP y los hábitos alimentarios (9, 30). Nuestros hallazgos sugieren que la relación entre el entorno alimentario y la frecuencia en el consumo de ciertos productos puede ser más fuerte en las adolescentes puérperas que reciben asistencia nutricional que en aquellas que no reciben asistencia. Se necesitan investigaciones en el futuro para determinar si hay diferencias en la relación entre el entorno y los hábitos alimentarios en las adolescentes que participan y no participan en programas de asistencia nutricional.

Nuestro estudio tiene varias limitaciones. Este es un análisis transversal; por lo tanto, no podemos evaluar las relaciones causales. Además, la confianza en los datos autorreportados sobre la ingesta de alimentos puede estar sesgada por la memoria y por errores de medición, tales como la subnotificación de los productos consumidos. Tratamos de limitar los posibles errores en la clasificación uniendo la frecuencia en el consumo de alimentos y bebidas en categorías dicotómicas, pero el error en la clasificación es una preocupación cuando se usan datos del cuestionario SBFFQ (6, 20). Aunque no pudimos comparar los datos sobre los entornos escolares y domésticos con mediciones objetivas, los estudios han demostrado que la calidad percibida en esos entornos influye independientemente en los hábitos alimentarios (4, 12). Por lo tanto, consideramos que el uso de las percepciones de los entornos alimentarios escolares y domésticos es una fortaleza de este estudio, particularmente porque estamos entre los primeros que abordaron las percepciones de los entornos alimentarios escolares y domésticos, y cómo estos se relacionan con los hábitos. Otras fortalezas de este estudio son una muestra grande y representativa a nivel nacional de adolescentes puérperas, una población con alto riesgo de sobrepeso y obesidad, que no se ha estudiado lo suficiente.

Nuestro estudio resalta la importancia tanto del entorno alimentario escolar como del entorno doméstico y su relación diferencial con los hábitos alimentarios entre las adolescentes con alto riesgo de obesidad. Se necesita más trabajo dirigido a las intervenciones en los entornos domésticos y escolares en forma simultánea. Además, es importante entender si las diferentes subpoblaciones responden de manera distinta a las influencias ambientales para adaptar las intervenciones y políticas eficaces contra la obesidad. Mejorar el entorno doméstico puede ser particularmente importante en esta población de madres adolescentes que controlan de forma directa el entorno alimentario de sus bebés. Las intervenciones ambientales en esta población de alto riesgo y difícil acceso pueden ser importantes no solo para reducir el riesgo en la madre adolescente de que sea obesa en la adultez, sino que también pueden tener un impacto considerable para minimizar la transferencia intergeneracional de los hábitos relacionados con la obesidad a la descendencia (13).

Inicio de la página

Agradecimientos

Este proyecto fue financiado por el Instituto Nacional del Cáncer, de los Institutos Nacionales de la Salud, subvención núm. USPHS 1 R01 CA1215. Este estudio también fue parcialmente financiado por la subvención núm. 1P30DK092950 y el acuerdo de cooperación núm. U48/DP001903 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (el programa de los Centros de Investigación para la Prevención). La Sra. Clarke recibió apoyo del Instituto Nacional del Cáncer (T32CA009314-3).

Inicio de la página

Información sobre la autora

Autora responsable de la correspondencia: Megan A. Clarke, MHS, Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, 615 N Wolfe St, Baltimore, MD 21205. Teléfono: 443-287-3821. Correo electrónico: mclark43@jhu.edu.

Afiliaciones de la autora: Debra L. Haire-Joshu, Cynthia D. Schwarz, Rachel G. Tabak, Universidad de Washington en St. Louis, St. Louis, Misuri; Corinne E. Joshu, Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, Baltimore, Maryland.

Inicio de la página

Referencias

  1. Skinner AC, Skelton JA. Prevalence and trends in obesity and severe obesity among children in the United States, 1999–2012. JAMA Pediatr 2014;168(6):561–6. CrossRef PubMed
  2. Flegal KM, Carroll MD, Ogden CL, Curtin LR. Prevalence and trends in obesity among US adults, 1999–2008. JAMA 2010;303(3):235–41. CrossRef PubMed
  3. Chang T, Choi H, Richardson CR, Davis MM. Implications of teen birth for overweight and obesity in adulthood. Am J Obstet Gynecol 2013;209(2):110.e1–7. CrossRef PubMed
  4. Christiansen KMH, Qureshi F, Schaible A, Park S, Gittelsohn J. Environmental factors that impact the eating behaviors of low-income African American adolescents in Baltimore City. J Nutr Educ Behav 2013;45(6):652–60. CrossRef PubMed
  5. Frieden TR, Dietz W, Collins J. Reducing childhood obesity through policy change: acting now to prevent obesity. Health Aff (Millwood) 2010;29(3):357–63. CrossRef PubMed
  6. Haire-Joshu D, Nanney MS. Prevention of overweight and obesity in children: influences on the food environment. Diabetes Educ 2002;28(3):415–23. CrossRef PubMed
  7. Showell NN, Fawole O, Segal J, Wilson RF, Cheskin LJ, Bleich SN, et al. A systematic review of home-based childhood obesity prevention studies. Pediatrics 2013;132(1):e193–200. CrossRef PubMed
  8. Story M, Kaphingst KM, Robinson-O’Brien R, Glanz K. Creating healthy food and eating environments: policy and environmental approaches. Annu Rev Public Health 2008;29(1):253–72. CrossRef PubMed
  9. Briefel RR, Wilson A, Gleason PM. Consumption of low-nutrient, energy-dense foods and beverages at school, home, and other locations among school lunch participants and nonparticipants. J Am Diet Assoc 2009;109(2, Suppl):S79–90. CrossRef PubMed
  10. Wang Y, Wu Y, Wilson R, Bleich S, Cheskin L, Weston C, et al. Childhood obesity prevention programs: comparative effectiveness review and meta-analysis. Comparative effectiveness review no. 115. (Prepared by the Johns Hopkins University Evidence-based Practice Center under contract no. 290-2007-10061-I.). AHRQ publication no. 13-EHC081-EF. Rockville (MD): Agency for Healthcare Research and Quality; 2013.
  11. Institute of Medicine. Early childhood obesity prevention policies. Washington (DC): The National Academies Press; 2011.
  12. Velazquez CE, Pasch KE, Ranjit N, Mirchandani G, Hoelscher DM. Are adolescents’ perceptions of dietary practices associated with their dietary behaviors? J Am Diet Assoc 2011;111(11):1735–40. CrossRef PubMed
  13. Haire-Joshu D, Yount BW, Budd EL, Schwarz C, Schermbeck R, Green S, et al. The quality of school wellness policies and energy-balance behaviors of adolescent mothers. Prev Chronic Dis 2011;8(2):A34. PubMed
  14. Parents as Teachers. Affiliate performance report 2012–2013. St Louis (MO): Parents as Teachers; 2013.
  15. CDC National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES). Anthropometry procedures manual. 2007. http:www.cdc.gov/nchs/data/nhanes/nhanes_07_08/manual_an.pdf. Accessed September 1, 2014.
  16. Ogden CL, Flegal KM. Changes in terminology for childhood overweight and obesity. Natl Health Stat Report 2010;(25):1–5. PubMed
  17. Echeverria SE, Diez-Roux AV, Link BG. Reliability of self-reported neighborhood characteristics. J Urban Health 2004;81(4):682–701. CrossRef PubMed
  18. Glanz K, Sallis JF, Saelens BE, Frank LD. Healthy nutrition environments: concepts and measures. Am J Health Promot 2005;19(5):330–3, ii. CrossRef PubMed
  19. Haire-Joshu D, Brownson RC, Nanney MS, Houston C, Steger-May K, Schechtman K, et al. Improving dietary behavior in African Americans: the Parents As Teachers High 5, Low Fat Program. Prev Med 2003;36(6):684–91. CrossRef PubMed
  20. Haire-Joshu D, Elliott MB, Caito NM, Hessler K, Nanney MS, Hale N, et al. High 5 for Kids: the impact of a home visiting program on fruit and vegetable intake of parents and their preschool children. Prev Med 2008;47(1):77–82. CrossRef PubMed
  21. Willett WC. Overview of nutritional epidemiology. Nutritional Epidemiology. Second edition. Oxford Scholarship Online; 1998:3–17.
  22. Bevans KB, Sanchez B, Teneralli R, Forrest CB. Children’s eating behavior: the importance of nutrition standards for foods in schools. J Sch Health 2011;81(7):424–9. CrossRef PubMed
  23. Cvjetan B, Utter J, Robinson E, Denny S. The social environment of schools and adolescent nutrition: associations between the school nutrition climate and adolescents’ eating behaviors and body mass index. J Sch Health 2014;84(10):677–82. CrossRef PubMed
  24. O’Toole TP, Anderson S, Miller C, Guthrie J. Nutrition services and foods and beverages available at school: results from the School Health Policies and Programs Study 2006. J Sch Health 2007;77(8):500–21. CrossRef PubMed
  25. Hood NE, Colabianchi N, Terry-McElrath YM, O’Malley PM, Johnston LD. School wellness policies and foods and beverages available in schools. Am J Prev Med 2013;45(2):143–9. CrossRef PubMed
  26. Robinson-O’Brien R, Burgess-Champoux T, Haines J, Hannan PJ, Neumark-Sztainer D. Associations between school meals offered through the National School Lunch Program and the School Breakfast Program and fruit and vegetable intake among ethnically diverse, low-income children. J Sch Health 2010;80(10):487–92. CrossRef PubMed
  27. Jaime PC, Lock K. Do school based food and nutrition policies improve diet and reduce obesity? Prev Med 2009;48(1):45–53. CrossRef PubMed
  28. Goh YY, Bogart LM, Sipple-Asher BK, Uyeda K, Hawes-Dawson J, Olarita-Dhungana J, et al. Using community-based participatory research to identify potential interventions to overcome barriers to adolescents’ healthy eating and physical activity. J Behav Med 2009;32(5):491–502. CrossRef PubMed
  29. Berge JM, Wall M, Larson N, Forsyth A, Bauer KW, Neumark-Sztainer D. Youth dietary intake and weight status: healthful neighborhood food environments enhance the protective role of supportive family home environments. Health Place 2014;26:69–77. CrossRef PubMed
  30. Leung CW, Blumenthal SJ, Hoffnagle EE, Jensen HH, Foerster SB, Nestle M, et al. Associations of food stamp participation with dietary quality and obesity in children. Pediatrics 2013;131(3):463–72. CrossRef PubMed

Inicio de la página

Tablas

Volver al textoTabla 1. Características de 853 adolescentes puérperas y sus entornos alimentarios escolares y domésticos,a en 27 estados, 2007-2009
Característica Totalb Escuela Hogar
Positivo Negativo Positivo Negativo
Total N (%) 853 (100.0) 442 (51.8) 411 (48.2) 577 (67.6) 276 (32.4)
Edad, en años, promedio (SD) 17.4 (1.1) 17.3 (1.1) 17.4 (1.0) 17.4 (1.0) 17.4 (1.1)
Raza/etnia, n (%)c
Blanca 379 (44.4) 193 (43.7) 186 (45.3) 264 (45.7) 115 (41.7)
Negra 247 (29.0) 131 (29.6) 116 (28.2) 151 (26.2) 96 (34.8)
Hispana 173 (20.3) 86 (19.5) 87 (21.2) 121 (21.0) 52 (18.8)
Otra/no mencionada 54 (6.3) 32 (7.2) 22 (5.3) 41 (7.1) 13 (4.7)
IMCd, n (%)
Normal 480 (56.3) 248 (56.1) 232 (56.4) 314 (54.4) 166 (60.1)
Con sobrepeso/obesa 373 (43.7) 194 (43.9) 179 (43.6) 263 (45.6) 110 (39.9)
Educación, n (%)
9.° grado 88 (10.6) 53 (12.4) 35 (8.7) 55 (9.8) 33 (12.3)
10.° grado 148 (17.9) 80 (18.7) 68 (17.0) 100 (17.9) 48 (17.9)
11.er grado 251 (30.3) 125 (29.2) 126 (31.5) 172 (30.7) 79 (29.5)
12.° grado 341 (41.2) 170 (39.7) 171 (42.8) 233 (41.6) 108 (40.3)
Beneficios de SNAPc, n (%) 254 (30.0) 133 (30.3) 121 (29.6) 155 (27.1) 99 (36.0)
Beneficios de NSLPc, n (%) 346 (40.8) 188 (42.8) 158 (38.6) 214 (37.4) 132 (48.0)
Vecindarioe, n (%)
Rural 345 (40.4) 186 (46.2) 159 (41.7) 237 (44.8) 108 (42.4)
Suburbano 260 (33.2) 116 (28.8) 144 (37.8) 176 (33.3) 84 (32.9)
Urbano 179 (22.8) 101 (25.1) 78 (20.5) 116 (21.9) 63 (24.7)
Tiempo pasado desde que dio a luz, n (%)
<3 meses 158 (25.1) 81 (25.6) 77 (24.5) 116 (27.0) 42 (20.9)
3-6 meses 193 (30.6) 107 (33.9) 86 (27.4) 130 (30.3) 63 (31.3)
>6 meses 279 (44.3) 128 (40.5) 151 (48.1) 183 (42.7) 96 (47.8)
Está amamantandoc, n (%) 96 (11.7) 56 (13.2) 40 (10.1) 81 (14.6) 15 (5.6)

Abreviaturas: IMC, índice de masa corporal; NSLP, Programa Nacional de Almuerzos Escolares; SNAP, Programa Complementario de Asistencia Nutricional.
a Vea la sección “Métodos” para obtener una descripción sobre cómo se determinaron las percepciones positivas y negativas.
b Es posible que los recuentos no sumen el total general debido a la falta de datos.
c Significativamente diferente para el entorno doméstico, ?2 p < .05.
d Se utilizaron los datos de peso, estatura y edad para calcular las categorías de IMC adecuadas a la edad, siguiendo el algoritmo de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (16).
c Significativamente diferente para el entorno escolar, ?2 p < .05.

 

Volver al textoTabla 2. Asociación entre la frecuencia de consumo de alimentos y bebidas y los entornos alimentarios escolares y domésticosa en 853 adolescentes puérperas, en 27 estados, 2007-2009
Producto consumido Total, N (%) Escuela Hogar
Positivo, n (%) Negativo, n (%) Positivo, n (%) Negativo, n (%)
Refrigerios salados en bolsa (chips)b
0-3 días/semana 624 (73.2) 319 (72.2) 305 (74.2) 434 (75.2) 190 (68.8)
4-7 días/semana 229 (26.8) 123 (27.8) 106 (25.8) 143 (24.8) 86 (31.2)
Galletas saladas
0-3 días/semana 802 (94.0) 410 (92.8) 392 (95.4) 538 (93.2) 264 (95.7)
4-7 días/semana 51 (6.0) 32 (7.2) 19 (4.6) 39 (6.8) 12 (4.3)
Barras de cereales
0-3 días/semana 812 (95.2) 417 (94.3) 395 (96.1) 545 (94.5) 267 (96.7)
4-7 días/semana 41 (4.8) 25 (5.7) 16 (3.9) 32 (5.5) 9 (3.3)
Pasteles
0-3 días/semana 764 (89.6) 394 (89.1) 370 (90.0) 522 (90.5) 242 (87.7)
4-7 días/semana 89 (10.4) 48 (10.9) 41 (10.0) 55 (9.5) 34 (12.3)
Galletas
0-3 días/semana 785 (92.0) 402 (91.0) 383 (93.2) 531 (92.0) 254 (92.0)
4-7 días/semana 68 (8.0) 40 (9.0) 28 (6.8) 46 (8.0) 22 (8.0)
Chocolatesb
0-3 días/semana 750 (87.9) 389 (88.0) 361 (87.8) 520 (90.1) 230 (83.3)
4-7 días/semana 103 (12.1) 53 (12.0) 50 (12.2) 57 (9.9) 46 (16.7)
Caramelos
0-3 días/semana 794 (93.1) 412 (93.2) 382 (92.9) 542 (93.9) 252 (91.3)
4-7 días/semana 59 (6.9) 30 (6.8) 29 (7.1) 35 (6.1) 24 (8.7)
Papas fritas
0-3 días/semana 738 (86.5) 381 (86.2) 357 (86.9) 505 (87.5) 233 (84.4)
4-7 días/semana 115 (13.5) 61 (13.8) 54 (13.1) 72 (12.5) 43 (15.6)
Pizza
0-3 días/semana 811 (95.1) 415 (93.9) 396 (96.4) 551 (95.5) 260 (94.2)
4-7 días/semana 42 (4.9) 27 (6.1) 15 (3.6) 26 (4.5) 16 (5.8)
Cerealb
0-3 días/semana 646 (75.7) 335 (75.8) 311 (75.7) 418 (72.4) 228 (82.6)
4-7 días/semana 207 (24.3) 107 (24.2) 100 (24.3) 159 (27.6) 48 (17.4)
Frutasb,c
0-3 días/semana 712 (83.5) 357 (80.8) 355 (86.4) 468 (81.1) 244 (88.4)
4-7 días/semana 141 (16.5) 85 (19.2) 56 (13.6) 109 (18.9) 32 (11.6)
Verdurasb
0-3 días/semana 722 (84.6) 367 (83.0) 355 (86.4) 468 (81.1) 254 (92.0)
4-7 días/semana 131 (15.4) 75 (17.0) 56 (13.6) 109 (18.9) 22 (8.0)
Aguab
0-3 días/semana 251 (29.4) 130 (29.4) 121 (29.4) 144 (25.0) 107 (38.8)
4-7 días/semana 602 (70.6) 312 (70.6) 290 (70.6) 433 (75.0) 169 (61.2)
Gaseosa comúnb
0-3 días/semana 456 (53.5) 229 (51.8) 227 (55.2) 337 (58.4) 119 (43.1)
4-7 días/semana 397 (46.5) 213 (48.2) 184 (44.8) 240 (41.6) 157 (56.9)
Jugo 100 % de frutab,c
0-3 días/semana 597 (70.0) 292 (66.1) 305 (74.2) 381 (66.0) 216 (78.3)
4-7 días/semana 256 (30.0) 150 (33.9) 106 (25.8) 196 (34.0) 60 (21.7)
Refresco de frutasc
0-3 días/semana 712 (83.5) 358 (81.0) 354 (86.1) 477 (82.7) 235 (85.1)
4-7 días/semana 141 (16.5) 84 (19.0) 57 (13.9) 100 (17.3) 41 (14.9)
Bebidas deportivasc
0-3 días/semana 787 (92.3) 397 (89.8) 390 (94.9) 530 (91.9) 257 (93.1)
4-7 días/semana 66 (7.7) 45 (10.2) 21 (5.1) 47 (8.1) 19 (6.9)
Leche entera o con 2 % de materia grasab
0-3 días/semana 472 (55.3) 234 (52.9) 238 (57.9) 304 (52.7) 168 (60.9)
4-7 días/semana 381 (44.7) 208 (47.1) 173 (42.1) 273 (47.3) 108 (39.1)
Té helado con azúcar
0-3 días/semana 711 (83.4) 371 (83.9) 340 (82.7) 483 (83.7) 228 (82.6)
4-7 días/semana 142 (16.6) 71 (16.1) 71 (17.3) 94 (16.3) 48 (17.4)

a Vea la sección “Métodos” para obtener una descripción sobre cómo se determinaron las percepciones positivas y negativas.
b Significativamente diferente para el entorno doméstico, ?2 p < .05.
c Significativamente diferente para el entorno escolar, ?2 p < .05.

 

Volver al textoTabla 3. Análisis de regresión logística en EEGa de entornos alimentariosb y frecuencia en el consumo de alimentos y bebidas en 853 adolescentes puérperas, en 27 estados, 2007-2009
Producto consumido Entorno escolar y doméstico negativo (n = 179) OR de EEG (IC del 95 %)
Solo entorno escolar positivo (n = 97) Solo entorno doméstico positivo (n = 232) Entorno escolar y doméstico positivo (n = 345)
Alimentos
Refrigerios salados en bolsa (chips) 1 [referencia] 0.8 (0.4–1.3) 0.5 (0.3–0.8)c 0.8 (0.5–1.1)
Galletas saladas 1 [referencia] 1.9 (0.6–6.1) 1.7 (0.6–4.7) 2.3 (0.9–5.9)d
Barras de cereales 1 [referencia] 3.8 (0.9–17.0)d 3.5 (0.9–13.6)d 3.4 (0.9–12.8)d
Pasteles 1 [referencia] 1.0 (0.5–2.2) 0.6 (0.3–1.3) 0.8 (0.5–1.5)
Galletas 1 [referencia] 1.3 (0.5–3.1) 0.9 (0.4–1.9) 1.2 (0.6–2.4)
Chocolates 1 [referencia] 1.6 (0.9-3.1) 0.7 (0.4–1.3) 0.6 (0.3–1.0)
Caramelos 1 [referencia] 1.1 (0.5–2.6) 0.7 (0.3–1.5) 0.7 (0.3–1.3)
Papas fritas 1 [referencia] 1.1 (0.5–2.1) 0.7 (0.4–1.3) 0.8 (0.5–1.4)
Pizza 1 [referencia] 1.5 (0.5–4.1) 0.5 (0.2–1.4) 1.2 (0.5–2.5)
Cereal 1 [referencia] 1.2 (0.7–2.4) 2.3 (1.4–3.7)e 1.7 (1.1–2.8)c
Frutas 1 [referencia] 3.1 (1.5–6.5)e 2.9 (1.6–5.6)e 2.9 (1.6–5.4)b
Verduras 1 [referencia] 1.3 (0.5–3.3) 3.1 (1.5–6.2)e 3.2 (1.7–6.2)b
Bebidas
Agua 1 [referencia] 1.3 (0.8–2.1) 2.6 (1.7–4.0)e 1.8 (1.2–2.6)e
Gaseosa común 1 [referencia] 1.4 (0.8–2.3) 0.5 (0.3–0.7)e 0.7 (0.5–1.0)c
Jugo 100% de fruta 1 [referencia] 1.5 (0.8–2.6) 1.9 (1.2–2.9)e 2.3 (1.5–3.6)e
Refresco de frutas 1 [referencia] 1.4 (0.7–2.7) 1.1 (0.6–1.9) 1.5 (0.9–2.6)
Bebidas deportivas 1 [referencia] 2.1 (0.8–5.5) 1.1 (0.4–2.6) 2.0 (1.0–4.4)d
Leche entera o con 2 % de materia grasa 1 [referencia] 1.2 (0.8–2.2) 1.5 (1.0–2.2)e 1.6 (1.1–2.3)c
Té helado con azúcar 1 [referencia] 0.6 (0.3–1.1) 0.7 (0.4–1.2) 0.8 (0.5–1.3)

Abreviaturas: EEG, ecuaciones de estimación generalizadas; OR, oportunidad relativa; IC, intervalo de confianza.
a Adaptado por raza, edad y tiempo pasado desde que se dio a luz.
b Vea la sección “Métodos” para obtener una descripción sobre cómo se determinaron las percepciones positivas y negativas.
c Valor de p < .01.
d Valor de p < .1, significativo para tendencia.
e Valor de p < .05.

Inicio de la página

Top

Error processing SSI file

The opinions expressed by authors contributing to this journal do not necessarily reflect the opinions of the U.S. Department of Health and Human Services, the Public Health Service, the Centers for Disease Control and Prevention, or the authors’ affiliated institutions.